martes, 17 de febrero de 2015

Esa barra no va a levantarse sola

La lucha diaria contra uno mismo es incesante y a veces se hace pesada como el calor de agosto. Hoy me han soltado, alguien que me quiere mucho, que no me esfuerce demasiado, ante este comentario mi sangre ha bombeado como si se tratara de un sprint. Creo que no hay nada que me ofenda más que ver a alguien que no lo da todo, o que se cree que está dando el máximo y en realidad no está ofreciendo ni la mitad del potencial que tiene. El esfuerzo es algo relativo, depende de muchos factores pero el más importante está en la poderosa, amiga y némesis de muchos llamada mente.

La mente puede jugar un papel clave en cualquier situación de máximo esfuerzo, para bien o para mal. Aquellas personas que dicen darlo todo mientras entrenan muchas veces se mienten a sí mismas como forma de autocomplacencia, creyendo que están dando el cien por cien de su potencial pero en realidad solo es un cincuenta por ciento, esto puede deberse a dos factores, que su mente les esté jugando una mala pasada o que simplemente les gusta muy poco sufrir, lo cual es comprensible pero dentro del gimnasio no, creo que nadie va al gimnasio a jugar a las canicas, para eso que se queden en casa.  

Cada día intento superarme a mí mismo, es algo que siempre digo y en lo que insisto constantemente, día a día es una batalla interna para mejorar tanto fuera como dentro. El cerebro también hay que alimentarlo. Mente y cuerpo, ya lo decían nuestros antepasados. A mí la mente también me ha jugado malas pasadas, también he sido de los que creía estar dándolo todo mientras lo único que hacía era estar en mi zona de confort. Esto ocurre hasta que un día te levantas y te das cuenta de que no puedes seguir perdiendo el tiempo, que las grandes personas se forjan en mares de sufrimiento y esfuerzo a partes iguales.

 Entonces es cuando abres los ojos, coges aire hinchando los pulmones con el aire contaminado de tu ciudad pero que sabe tan puro en ese momento, agarras tus cascos, pones aquella canción que hace que te sientas como un niño el día de reyes y caminas con el aire frío acariciándote las mejillas. Hoy es el día en el que te das cuenta que el fracaso no es una opción y que el esfuerzo es lo único que cuenta. Esa barra no va a levantarse sola, necesita de la simbiosis entre tu cuerpo y tu mente para hacerlo. 

Evaluarse a uno mismo en las situaciones de esfuerzo máximo o sufrimiento nos hace darnos cuenta si de verdad estamos dando todo o simplemente no queremos ir más allá de nuestras posibilidades. Esto es lo que realmente hará que te superes a ti mismo, no se puede estar siempre al cien por cien, eso está claro, pero hay que intentar dar lo mejor de uno mismo cueste lo que cueste. Busca aquello que te motive en tu interior o fuera de él y vence la barrera que separa tu zona de confort de la verdadera victoria. 

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